Ver a tu pareja con otro: ¿placer o perversión?
Una de las fantasías más frecuentes es imaginar que la propia pareja está teniendo sexo con otra persona. Es más, animarse a decirlo a viva voz durante el encuentro sexual es fuente segura de mucha excitación, siempre y cuando exista acuerdo entre las partes para nutrirse de esos estímulos. Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho y llegar a convertir el clásico dueto vincular en un trío, una orgía, o un intercambio equitativo con otras parejas requiere de charlas previas, compromiso mutuo y la seguridad de que la opción de compartir la cama con otro, u otros, puede ser una audaz manera de enriquecer el vínculo o de evitar la infidelidad.
Ahora bien, ¿podemos afirmar que la presencia de la propia pareja teniendo sexo ante nuestros ojos incrementa la excitación sexual? ¿Y el amor hacia el otro?
La excitación se basa en el doble papel de ser protagonista y espectador de la escena sexual. La mirada del “voyeur” cumple la función que antes tenía la fantasía. También hay aspectos más profundos desde el punto de vista subjetivo que arraigan en la construcción misma del vínculo de pareja: “porque te poseo te comparto”.
Las personas que acuerdan este tipo de propuestas tienen una buena capacidad para disociar la imagen del otro, al que se ama y se acompaña en la vida cotidiana, para focalizar la atención (y el goce) en ese aspecto del otro que lo “recorta” casi exclusivamente como sujeto sexual. Incluir a terceros en la cama, compartir o aceptar tener “parejas abiertas” son diferentes formas de concretar deseos y fantasías. En algunos casos subyace la idea de evitar el dolor del engaño que produce la infidelidad, en otros es una “prueba” o “desafío” para probar el amor vincular y en otros casos será por simple deseos o ganas de pasar por prácticas sexuales nuevas.
Los problemas surgen cuando no se cumplen las reglas preestablecidas y/o cuando se necesita imperiosamente repetir los encuentros, ya que sin ellos el placer que podría brindar la relación de dos no es suficiente. Las personas o las parejas que eligen estas prácticas deben saber entrar y salir de ellas sin más repercusión que la obtención de un plus de goce sexual. Para nada deberían generar culpas, autoreproches o conflictos vinculares, de ahí que cada uno debe estar seguro de las posibles repercusiones emocionales.
Algunos consejos:
• Pensar bien en los pro y los contra personales y vinculares.
• Acordar con la pareja este tipo de prácticas.
• No generar un compromiso emocional.
• Evitar situaciones de riesgo como “levantes” callejeros o tener relaciones con personas desconocidas. Preferir los clubes o lugares de encuentro de personas que gustan compartir los juegos sexuales.
• Exigir el uso de preservativos.
• Tratar de que sea una práctica más y no la única forma de obtener altos niveles de placer sexual.
Por el doctor Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.
Fuente: El Territorio
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